Concilio de Trento. Hoy 4 de diciembre de 1563 finaliza el Concilio de Trento impulsado por el emperador Carlos V. Se trazan las líneas maestras de la Contrarreforma de la Iglesia.
En el marco de la Contrarreforma -proceso de ronovación de la Iglesia Católica en su seno para poner freno a la amenaza que los reformadores luteranos y calvinistas representaban en su vínculo con los fieles- se emprendieron dos acciones: la celebración del Concilio de Trento y la creación de la nueva orden de la Compañía de Jesús.
El papa Paulo III logró reunir en Trento (Italia) un Concilio General de la Iglesia en 1545, que trazó las líneas maestras de la Contrarreforma. El Concilio fijó el contenido de la fe católica, estableciendo que Dios creó al hombre bueno y este, a pesar del pecado original que corrompió su naturaleza, conserva su libre albedrío y su aspiración al bien. Proclamó que la fe se funda sobre las Sagradas Escrituras, explicadas y completadas por los padres de la Iglesia, los cánones de los concilios y el magisterio de la Iglesia.
El Concilio estableció que la misa es un sacrificio que renueva el de la cruz y afirmó que la eucaristía es la conversión real de la sustancia del pan en el cuerpo de Cristo y de la sustancia del vino en su sangre. Además mantuvo que Dios quiere la Iglesia y que esta es una, santa, universal y apostólica, inspirada en el Espíritu Santo e infalible en materia de fe.
En la sesión 24º se promulgaron un decreto dogmático sobre el matrimonio como sacramento y un decreto de reforma que trata de las condiciones requeridas para contraer matrimonio válido. En la sesión 25º se publicó la doctrina sobre el purgatorio, el culto de los santos y las indulgencias.
En la sesión final, del 3 al 4 de diciembre de 1563, se aprobaron y promulgaron un decreto dogmático sobre la veneración e invocación de los santos y sobre sus imágenes y reliquias; un decreto de reforma sobre el clero regular; un decreto de reforma sobre el modo de vida de cardenales y obispos, certificaciones de aptitud para los eclesiásticos, legados para las misas, administración de beneficios eclesiásticos y supresión del concubinato entre el clero.
El 4 de diciembre se promulgaron decretos dogmáticos sobre las indulgencias; sobre los días de fiesta y ayuno; sobre la preparación de ediciones del misal, breviario y catecismo y una lista de libros prohibidos.
Finalmente, se leyeron y declararon obligatorios los decretos aprobados durante los pontificados de Paulo III y Julio III. Después de que los participantes acordaran presentar al papa los decretos para su confirmación, el presidente –cardenal Morone- declaró clausurado el concilio en sesión solemne.
Los decretos se imprimieron y para su interpretación auténtica se nombró una congregación especial de cardenales; Pío IV los confirmó en enero de 1564 en la bula de Benedictus Deus, y fueron aceptados en la mayoría de los países católicos.
El Concilio Ecuménico de Trento revistió una enorme importancia para el desarrollo interior de la Iglesia. Ningún concilio desarrolló sus tareas en circunstancias más difíciles y ninguno tuvo que decidir tantas cuestiones de la mayor relevancia. La asamblea demostró al mundo que a pesar de la repetida apostasía en la historia de la iglesia, había aún gran fuerza religiosa y fiel defensa de los principios inmutables del cristianismo.
Aunque el Concilio no fue capaz de solucionar las diferencias religiosas de Europa occidental, se pusieron firmes fundamentos para vencer la herejía, así como para ejecutar una genuina reforma interna de la Iglesia.
La doctrina que establece el Concilio de Trento difiere de la mantenida por Lutero, según el cual Dios nos justifica atribuyéndonos los méritos de su Hijo. Para la Iglesia, Dios nos hace justos transformándonos por la acción de la gracia.
Los gobernantes católicos fueron “invitados” a aceptar las decisiones de la Iglesia y a ejecutarlas.
El emperador Carlos V fue el gran impulsor del Concilio e intentó imponer sus principios a través de la fuerza militar por toda Europa.
Fuente: http://www.efemeridespedrobeltran.com
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